Para Abdón la misión parecía simple, solo había que bajarse del avión, tomar un taxi, ir hasta la universidad, ubicar a la portadora de luz, comprobar que su aura fuese grande y que brillase y si era así (que de hecho fue así) enviarla a luchar lo antes posible por el ejército del paraíso (eso era lo mismo que decir que le tenía que pegar unos cuantos balazos hasta que muriese). Todo anduvo perfecto, hasta que al llegar a la universidad, ubicar a la chica y utilizar el analizador de aura, captó lo peor que le podía haber pasado a un enviedor en su primer “cruce de línea”. Ella tenía un protector y lo envolvía con su aura, estaba aferrado a protegerla. Al principio no lo notó, estaba sola con un grupo de chicos de su edad (tenían la misma edad que el, pero un universo de vivencias de diferencia), comprobó el aura y quedó extasiado con esta, era increíblemente grande y luminosa, todos los que la rodeaban parecían ratoncitos, sus pequeñas auras con futuros como “la casa, el hijo y el perro” se movían al ritmo de la de ella, le habían dicho que era una portadora de luz, pero nunca que era tan poderosa, si viviese, seguramente cambiaría parte del mundo... Rápidamente borró ese último pensamiento de su mente, por que si moría hoy, el paraíso contaría con una gran alma, capaz de derrotar a más de algún demonio poderoso. Comenzó a acercarse con el arma en la gabardina, metió su mano en esta y la palpó, fría y mortal, estaba a solo unos segundos de completar la misión... su primera misión, caminaba en línea recta mientras seguía extasiado mirando el aura de la portadora, ya tenía el arma empuñada, solo le restaba avanzar 15 metros y disparar. De pronto y de la nada, una luz fuerte, fuertísima lo encandiló, tiró el analizador de aura (que parecían lentes normales), enceguecido y adolorido con el brillo observó al tipo que lo adelantaba por el lado, tenía la ropa ajada y la cara demacrada, saludó al grupo a la distancia mientras se dirigía a ellos y sonreía con los chistes que le hacían (el tipo se veía realmente mal, como si la noche anterior se hubiese tomado todo el vino de la misa). Rápidamente recogió los lentes y observó su aura, era enorme y azul , era un altruist. Su aura se entrelazó a la de la chica mientras el la tomaba por el hombro y caminaban junto al grupo.
-¡MIERDA!. - Dijo y una señora que pasaba lo miró con cara de espanto, más que mal estaba vestido de sacerdote y tenía que comportarse, se percinó y se devolvió a la banca en que estaba al principio.
Durante toda la tarde estuvo sentado en la banca, meditando: ¿Por qué le habían dado esta misión?, ¿cómo es que se habían equivocado tanto?, todos sabían que los altruist eran aliados, tipos puros y poderosos. Una cosa es que el hubiese sido uno de los mejores, pero otra muy distinta era hacer el cruce de línea eliminando a una portadora de luz de un altruist, de hecho lo más probable era que lo eliminaran a el...
Su celular sonó, un pequeño sobresalto lo hizo recordar que tenía que cargar ese lamentable e incómodo aparato, contestó.
- ¿Por qué la portadora de luz no ha muerto?.- La voz era fría y directa, era el padre Boisset, su superior directo.- Las llamas siguen verdes, ¿por que te has tardado tanto?
- Lo que sucede padre, es que la chica no está sola, tiene un protector y no supe que hacer cuando le vi. Contestó cabizbajo,- siempre era extraño que el padre Boisset le hablase en ese tono, tan falto de cariño, tan lleno de formalidad.
- ¿Cómo es posible que no hayas sabido que hacer?, ¿acaso ya no recuerdas lo que te enseñamos? Mejor aún para todos, si matas a un suprahumano, vas a mandar dos almas poderosas a luchar por nuestra causa.
- El problema es que no es un suprahumano... - Dijo el enviedor mientras lo interrumpía,
- - ¿y entonces que es? – respondió inquisitivo el padre Boisset, ya evidenciando cierta ansiedad y enojo.
- Es un altruist - respondió secamente Abdón. se sentía incómodo con este trato tan frío, en un ambiente coloquial, el era tratado como un hijo (desde hace ya dieciocho años que vivía con el padre Boisset). Un silencio se propagó a través del teléfono por unos largos 10 segundos, luego el padre Boisset volvió a hablar.
– Eso lo cambia todo, ve a la catedral, que no te vea el altruist ni la chica, espera órdenes ahí y cómprate ropa de civil. - Abdón estuvo con el teléfono pegado al oído hasta que se escuchó el corte de la llamada, “ni siquiera se despidió” pensó, seguramente había alguien más en la oficina. Se levantó y se encaminó hacia la catedral.
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