sábado, 14 de febrero de 2009

Divagaciones sobre el pseudónimo (Por Olimpia).


Hace unos meses el Toño me invitó a escribir en El club de la media noche. Yo acepté encantada, me agrada escribir, pero por sobre todo me gusta tener lectores, siempre he sido y seré una exhibicionista. Durante mi mediocre carrera literaria, he tenido varios pseudónimos, Dubarret, por el tiempo en que hubiera matado por ser vedette del Moulin Rouge, Sara Quiroz, por los días en que me dio por apoderarme del apellido de mi abuela, único ser de mi familia que me genera nostalgia, Malablante, cuando me enamoré de un filósofo que me arrancó el corazón y necesitaba un nombre que pareciera un poco más intelectual de lo que verdaderamente soy, y finalmente, Malinche, como la india mexicana que traicionó a su pueblo por amor a Hernán Cortés, este último lo cogí, la primera vez que vine a Europa. Porque de algún modo, cuando vivía en chile y sobre todo por la adolescencia fui muy malinche, es decir, traicionaba mi propia identidad, no me sentía unida a Chile. Pensaba que todo lo que tenían “los otros”, o sea, los europeos, era mejor de lo que hacíamos y teníamos Nosotros. Pero la vida cambia y nos cambia. Ahora muchas tardes me voy a sentar al parque Guell y pienso en Chile, desde la casa que dejé, los lugares por los que caminé, hasta en los porotos con mazamorra que no podré comer. Otras veces, menos poéticas me quedo pensando en las palabras típicamente chilenas que acá obviamente nadie entiende como, ¡cachai! Pololo, al tiro, bacán, pulento, regio, durazno, choclo, chanco, y tantas otras que nos definen y son tan nuestras. Siempre he hablado sola, pero desde que estoy aquí, más mucho más y es que me gusta mi acento tan diferente del que escucho todos los días, a medida que pasan los meses me voy enamorando de lo que soy y con un orgullo antes desconocido a todos les digo que soy chilena, y siento que es como decirles que soy la raja, exótica, diferente, que vengo del fin del mundo, mientras que ellos son españoles los pobrecitos y aunque quieran no pueden remediarlo, como diríamos en buen chileno: ¡Están cagaos por fomes estos culiaos!
Retomando el principio, he estado buscando un nuevo pseudónimo, hace meses que me sigue una palabra, me anda coqueteando en las lecturas, en los museos y en el cine. Así que como me tiene ganas me la quedaré. Ojala que este nuevo nombre me traiga suerte, o no… mejor que me traiga oficio, porque soy una floja rematada.
Me llamaré Olimpia, como el cuadro de Monet que tanto amaba Gauguin y que tan bien describe Vargas Llosa en su novela El paraíso en la otra Esquina. O como Olimpia Zuleta, la amante de Florentino, de El amor en los tiempos del cólera. Olimpia, la sensual Olimpia, la alegre e impura.

1 comentario:

  1. Pues bien Olimpia, creo que lo mejor de escribir desde fuera es que con cada palabra te sientes mas dentro. Eso.

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